Me encanta la gente que prefiere hacer el amor intensamente sin reparar en desordenar la habitación; los que bailan y cantan sin preocuparse por quién los mira; los que sueltan el control y abrazan la espontaneidad; los que se permiten disfrutar de la compañía en casa, aunque no puedan mantener la vajilla en orden o el color blanco impecable de las toallas.
En conclusión: me encanta la gente que vive y sonríe con lo que la vida les pone en el camino, porque entienden que la felicidad despeina, alborota y desordena…
Como dice mi querida Mafalda: “¡Deja que la vida te despeine!”